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  • Foto del escritor: Ana Sofía Ocampo Barousse
    Ana Sofía Ocampo Barousse
  • 26 feb 2020
  • 2 Min. de lectura

A pesar de que vivimos en un mundo globalizado, donde los accesos a otros idiomas son cada vez más una prioridad para las instituciones educativas y algunas políticas del Gobierno, para muchos el uso práctico de un segundo idioma no es tan tangible.


Permitan decirles que en el área creativa, de la comunicación, se usan muchos términos en inglés, no porque la palabra en español no exista o no tenga algún equivalente, sino porque desde la universidad se nos enseña que todos hablamos el mismo "idioma" si usamos esas palabras para referirnos a ciertas actividades propias de nuestro ramo. Lo mismo podemos decir de los programadores web y otra serie de profesionistas.


Un idioma abre puertas para comunicarnos con otras personas, permite ejercitar las neuronas y estimular ciertas zonas del cerebro por lo que la concentración aumentará, es muy probable que nos permita viajar a diversos lugares del mundo con menores dificultades de "sobrevivir" al poder pedir comida, agua, alojamiento, etc.; podremos tener acceso a información que existe en otros idiomas acerca de un tema poco tratado en el propio, y uno de los aspectos más importantes a mi parecer es que ampliará la visión cultural que se tiene.


El contar con el conocimiento aunque sea básico de otro idioma nos permite que las tareas diarias en el trabajo o los quehaceres del hogar sean más fluidos al poder entender un manual, por ejemplo.


Dense la oportunidad de aprender y seguir practicando los idiomas regularmente y verán que su vida cambiará y les dará mayor seguridad a la hora de tener que expresarse en alguna junta, inclusive si esta no tiene involucrado otro idioma en su exposición. Les dará una sensación de mayor independencia al no necesitar de alguien que los auxilie a realizar una tarea que requiere de saber otro idioma.


Les dejo un pequeño video sobre los beneficios que se tienen al aprender otros idiomas:


  • Foto del escritor: Ana Sofía Ocampo Barousse
    Ana Sofía Ocampo Barousse
  • 26 feb 2020
  • 2 Min. de lectura

Últimamente he platicado mucho con colegas de trabajo sobre lo importante (y muchas veces frustrante) que es que la empresa donde trabajas o postulas realmente trabaje bajo los valores y ejes rectores que predica tener.


Cuando uno lee en las páginas de internet o Facebook sobre una empresa, a veces dice: “¡Wow! Sería increíble trabajar ahí, me late mucho lo que hacen y promueven”, solo que hay que recordar que, del dicho al hecho… hay un gran trecho, y justo es el caso de muchas.

Es curioso como las empresas exigen ponerte la camiseta, y esto implica que debes seguir los lineamientos, tu horario y todo lo que mediante tu contrato se está exigiendo, hasta ahí todo va bien, pero después viene el actuar y hablar de los valores de la empresa, ser un representante orgulloso de la marca. ¿Qué pasa cuando un empleado descubre que la realidad es muy diferente a lo que se predica?


Decir que en una empresa se trabaja para la integridad de los niños y que solo se busque vender un producto que no sirve y que hará, sin dudas, que la compañía supere el número de ventas mensuales; o que se hable de que se busca el bienestar y salud de los clientes, sin embargo, los trabajadores no están sanos porque las condiciones laborales les provocan estrés. Lo mismo pasa con las empresas que hablan de empleados con inteligencia emocional y los líderes carecen de ella al generar conflictos o insultar a los integrantes del equipo.

Es difícil que cualquier persona que trabaje en los casos anteriores se sienta a gusto o cómoda hablando de donde trabaja, para quién y mucho menos que lo recomiende. Sabemos que no es fácil establecer propósitos y que estos se cumplan al pie de la letra, mucho menos si es un emprendimiento que va comenzando, no obstante luchar porque estos se cumplan debería ser tan importante como cualquier otra acción de la empresa.


La ética, la moral y el sentido de responsabilidad juegan un papel primordial en ser congruentes y hacer congruencia con lo que se dice y se hace de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro. Los empleados deben tener sus principios bien claros y entender los de la empresa para a que trabajan, se desea que ambas partes vean las acciones del otro y se sientan a gusto con las mismas, no debería sugerir cambios drásticos en la manera de pensar y mucho menos incomodar a alguien mientras se encuentra uno ahí.


¡Busquemos la congruencia de nuestras acciones, junto con las de nuestros principios personales!

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Ana Sofía  

Ocampo Barousse

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